Por: Joanna Bohórquez, Jefa GSCIA en Planta Coca-Cola FEMSA en Tocancipá, Colombia.
Soy mamá de una niña de 15 años. Mejor dicho, una mujer de 15 años. Todos los días hay algo que me recuerda, y me aterroriza como madre, que deberá enfrentarse a un mundo en el que la violencia de género existe y está más cerca de lo que pudiéramos pensar.
Además de madre de familia, soy Microbióloga en la planta de Coca-Cola FEMSA en Tocancipá, en mi natal Colombia.
Durante toda mi carrera profesional, siempre he buscado ser tratada como una microbióloga más, no como microbióloga con privilegios de mujer. No siempre ha sido fácil. Culturalmente la sociedad nos impone muchas limitantes, sí, pero existen otras también: aquellas que nos ponemos nosotras mismas.
Estas que surgen cuando dudamos de nuestro potencial o capacidad al momento de pedir un ascenso, esas veces que ni siquiera consideramos participar en un puesto que ha sido “históricamente masculino”, cuando al pensar que para ser gerente debes descuidar tu hogar, o, por el contrario, que la decisión de tener hijos puede significar el fin de nuestra carrera profesional. Y no se diga de aquellas en las que preferimos callar ante una situación incómoda, vergonzosa o hasta peligrosa, por miedo a pensar en las consecuencias negativas que podría traer alzar nuestra voz.
Estoy convencida de que lo único que podemos hacer para combatir estas limitaciones, tanto propias como sociales y culturales, es aprender a reconocerlas; sólo así podremos encontrar la manera de trabajar en ello y ayudar a cambiar nuestro destino y el de nuestras niñas.
A principios de año, en la Planta Tocancipá de Coca-Cola FEMSA en Colombia, lanzamos un plan que busca precisamente esto: desarrollar a nuestro talento femenino, brindando herramientas que nos ayuden a trabajar individualmente nuestro potencial y seguridad, con el fin de fortalecer e impulsar su capacidad de generar valor de manera sostenible.
La violencia de género ha sido y seguirá siendo un asunto prioritario. Desafortunadamente ni aquí en Colombia, ni en ningún otro lugar de Latinoamérica o del mundo entero, estamos exentas de vivirla y sufrirla tanto dentro como fuera de nuestro ambiente laboral. Por ello, es importante reflexionar y aprender realmente su significado.
“Calladitas nos vemos más bonitas”, es una idea que se nos ha impuesto y muchas la hemos creído en algún punto de nuestras vidas. La realidad es que merecemos respeto, igualdad, vivir y trabajar en paz, pero, sobre todo, decir y ser lo que queramos ser.
En algunos conversatorios con expertos que hemos tenido aquí en la Planta, comenzamos a entender que violencia de género abarca un espectro muy amplio. Violencia es cuando nos sexualizan, cuando en una conversación nos dicen palabras que no corresponden, cuando vamos por la calle y recibimos piropos que no pedimos, cuando no se respeta nuestro espacio físico o mental, o cuando nos envían pornografía y nos obligan a verla. Hemos aprendido que el acoso sexual tiene una escala de desarrollo, a veces inicia con comentarios indebidos, seguidos de insinuaciones, propuestas indecorosas o invitaciones a salir, y ante negativas, surgen presiones, amenazas, intimidaciones, malos tratos y hasta consecuencias irreparables.
Empoderarnos como mujeres y reconocer nuestro valor en el mundo nos permite mantenernos firmes, denunciar, hablar y hablar fuerte y claro.
Como parte de ese empoderamiento, y poner en alto el valor de la mujer, en la Planta se decidió que todos los elementos de seguridad fueran ocupados por mujeres. Hoy en día contamos con un gran equipo de guardias que vigilan y mantienen el orden en nuestras instalaciones.
También trabajamos por formar liderazgos femeninos y no sólo eso, con el fin de generar nuevas oportunidades de empleo en la región y romper paradigmas, estamos preparando a mujeres en oficios que por tradición han sido ocupados por hombres. Es así como en la Planta puedes ver a chicas montacarguistas o soldadoras que recibieron cursos para hacerlo correctamente. Esto nos acoge y protege a hombres y mujeres por igual; porque este no es un movimiento feminista, son acciones que nos enseñan a todos a convivir, a aprender unos de otros, a tener conversaciones diferentes que nos nutren como personas y, sobre todo, a que seamos un reflejo de todo esto al exterior.
A este conjunto de esfuerzos le hemos llamado “Yo soy, yo puedo, yo hago”, y pertenece a la iniciativa “Planta Violeta” liderada por Coca-Cola FEMSA en todo América Latina.
En lo personal, me enorgullece formar parte de todo esto, de ayudar a romper estereotipos, brindar espacios seguros para nuestra gente, y de poder participar en la formación de nuestras futuras líderes quienes, con estos aprendizajes, serán pieza clave para la construcción de nuevas narrativas y formas de vivir y trabajar. Estoy consciente de que no podemos cambiar mágicamente la mentalidad de todas las personas, así como tampoco podemos cuidar todo el tiempo a nuestras mujeres, pero lo que sí podemos hacer es brindarles herramientas para que puedan identificar situaciones incorrectas o de riesgo.
Como seres humanos, en nuestra vida diaria, nos corresponde alzar la voz. Visibilizar y denunciar aquellos casos de los que somos, no sólo víctimas, sino también testigos. No minimizar nada que nos intimide o nos haga sentirnos menos de lo que somos o lo que queremos ser.
Porque somos poderosas.
Porque podemos con lo que nos propongamos.
Porque unidas y unidos hacemos de este mundo, un mundo mejor.