Por: Dr. Juan Óscar González García, Médico en Salud Ocupacional en Solistica.
De niños todos queremos ser futbolistas, policías, artistas o doctores; quizá por eso aquella tarde en la que, con apenas 8 años, le dije a mis papás que quería ser doctor, pensaron que pronto cambiaría de opinión. No fue así.
Y es que, desde pequeño, tras someterme a una cirugía en la Clínica Cuauhtémoc y FAMOSA, en la que me quitaron los adenoides, la curiosidad de niño me llevó a pensar en lo interesante que sería “ver el cuerpo por adentro”.
Más adelante esa curiosidad se convirtió en pasión y, años después, en una meta que tuve la oportunidad de cumplir gracias a la tenacidad de mi madre y al arduo trabajo de mi padre.
Desde que tengo uso de razón y hasta hace algunos años, mi papá trabajaba en la Cervecería Cuauhtémoc Moctezuma, negocio con el que inició FEMSA; sin embargo, con el paso del tiempo me fui dando cuenta de que, tanto para él como para mi familia entera, sus más de 40 años en FEMSA no fueron sólo un trabajo. FEMSA fue, y sigue siendo, el medio gracias al cual nos desarrollamos personal y profesionalmente, pero, sobre todo, nuestro segundo hogar.
Mis primeros recuerdos de la empresa son jugando en los jardines del Centro Recreativo de Sociedad Cuauhtémoc y FAMOSA, espacio en el que se imparten de manera gratuita y desde hace más de 100 años, cursos y academias de deportes, arte y otras actividades que impulsan la calidad de vida de los colaboradores de los negocios FEMSA y sus familias.
Gracias a esa prestación, pudimos tener acceso a aprendizajes y actividades que nos hubiera sido muy complicado pagar de manera privada.
Es así como recuerdo a mi madre en sus clases de corte y confección, y las divertidas tardes con mi hermano y amigos que está la fecha conservo, practicando futbol o aprendiendo a nadar, mientras esperábamos la hora en la que mi papá saliera de trabajar y nos buscara ahí para convivir y jugar con nosotros.
Recuerdo sentirme seguro y siendo parte de una comunidad sana y bonita; una comunidad que continúa fortaleciéndose a través de las amistades que ahí encontramos y que prevalecen hasta el día de hoy.
FEMSA impactó nuestra vida personal y familiar de una manera positiva e inolvidable y, derivado de ello, en un círculo virtuoso, el compromiso de mi padre con la empresa y su desarrollo profesional trazaron el rumbo de nuestro destino.
Somos una familia FEMSA cuya historia empezó con mi abuelo trabajando en el área de elaboración en la Cervecería; posteriormente mi padre, con apenas 18 años, se integra a sus filas en el área de envasado.
Me llena de orgullo hablar de él y de los logros que acumuló durante sus más de 40 años de trayectoria; admiro su temple, su dedicación y compromiso, cualidades que lo llevaron a ser partícipe de grandes cambios y mejoras dentro de la empresa.
Sin embargo, su ejemplo es de las cosas que más valoro. Cuando la empresa le brindó la oportunidad de continuar preparándose académicamente él no dudó en tomarla. Durante años le dedicó horas de tiempo personal a sus estudios, lo que lo llevó a certificarse como Técnico Mecánico Administrador.
El verlo jubilarse feliz, agradecido y con un récord de cero faltas en su trayectoria fue la lección más grande que me pudo dar; trabajar arduamente para que yo pudiera cumplir mi sueño de estudiar medicina, el mayor regalo.
Mi madre, siendo la mejor administradora que he conocido, fue parte clave para hacerlo realidad.
Dicen que la manzana no cae muy lejos del árbol, y fue gracias a ellos que tanto mi hermano como yo vimos a FEMSA como el mejor lugar para iniciar nuestras carreras profesionales.
En el 2008, al poco tiempo de graduarme, se me dio la oportunidad de ingresar. Aquí descubrí, sin planearlo, mi gusto e interés por la Salud Ocupacional, práctica que sigo ejerciendo hoy en día en Solistica. Creo que mi inclinación por esa área no fue casualidad, pues me toco conocer de primera mano la importancia de que nuestros colaboradores lleguen a sus casas seguros y sanos, tal como yo veía llegar a mi papá todos los días.
Me siento muy orgulloso de haber crecido con FEMSA, pero más orgulloso aún de que FEMSA siga creciendo conmigo.
Al platicar con mi papá, nos damos cuenta de que hoy es una empresa muy diferente a como él la recuerda, muy diferente incluso a la que yo conocí cuando ingresé en el 2008; FEMSA y sus negocios han tenido la capacidad de transformarse de la mano de su entorno. Hoy vemos a una empresa cada vez más inclusiva y diversa, una empresa que sabe que la comunidad no es la misma que hace 40 o incluso 5 años.
Quizá las nuevas generaciones no lo crean, pero aún recuerdo cuando el hecho de tener tatuajes era un criterio para considerar en los exámenes médicos de admisión en las compañías; hoy el mundo está cambiando, hoy sabemos que el valor de las personas no lo define su apariencia o situaciones particulares, sino todo aquello que pueden aportar.
En FEMSA se han quitado muchas etiquetas incluso en temas de salud; aquí no importa si una persona presenta alguna condición, mientras que esta no represente un riesgo para su salud al combinarlo con la actividad laboral, cualquiera puede hacer su vida profesional en la compañía, esto es un ejemplo del constante cambio.
En lo personal, me alegra ser testigo y parte de esta evolución constante y de pertenecer a una empresa que nos dignifica como seres humanos.
Una empresa que nos ayudó como familia a materializar nuestros sueños personales y profesionales. Una empresa en cuyos pasillos encontré a mi ahora esposa y compañera. Una empresa que me enseñó los valores que hoy intento transmitirle a mi hija.
Una empresa en donde, más allá de la profesión u oficio que desempeñemos, sus valores, raíces, corazón y enseñanzas los traemos por adentro.