Por: Raymundo Yutani, Director de Recursos Humanos de FEMSA.
Hoy, con la intención de felicitarte desde el corazón, te escribo sin un guión o discurso preparado, dispuesto a hacerlo sólo desde el agradecimiento y la admiración.
Este mes cumples 131 años y, en el marco de este aniversario, quisiera contarte acerca de un momento muy especial que viví hace algunos ayeres, cuando me abriste tus puertas siendo apenas un joven recién graduado.
Yo nací en la ciudad de Sabinas, Coahuila, pero cursé la universidad en Monterrey. Al terminar mis estudios, mis papás esperaban que regresara para trabajar en el negocio familiar, pero mis planes eran otros. Mi decisión fue quedarme aquí y construir mi propio camino, aunque eso implicara empezar desde cero y sin recibir apoyo económico por parte de mi familia.
Fue entones que recibí una oferta que me entusiasmó; era dentro de tus filas, en la entonces Cervecería Cuauhtémoc, en la División Malta.
Aún tenía pendiente presentar el examen profesional con el que me otorgarían mi título, pero entre el pago de la renta del departamento de compartía y otros gastos derivados de mi nuevo comienzo, no tenía el dinero suficiente para comprar los libros que necesitaba para prepararme.
En aquel momento, el director de la Cervecería Cuauhtémoc, División Malta era Don David Garza Lagüera, un hombre joven y exitoso, hermano menor de Don Eugenio Garza Lagüera.
Siendo estudiante, me gustaba mucho asistir a foros y conferencias impartidas por los grandes empresarios de la época, entre ellos recordaba a los Garza Lagüera y los Garza Sada, exponiendo su visión de empresa humanista enfocada a desarrollar e impulsar a su gente.
Con eso en mente, y siguiendo lo que ahora considero que fue un impulso, o quizá una corazonada, busqué a la asistente de Don David y solicité una cita con él para exponerle mi caso.
Para mi gran sorpresa, me concedió un espacio. Al contarle mi situación, mis ganas de prepararme para el examen y mis dificultades para comprar e incluso conseguir el material, él se ofreció a ayudarme.
Al cabo de unos días, una mañana encontré aquel montón de libros sobre mi escritorio. Un gran gesto que me permitió titularme y que, sobre todo, me marcó de por vida.
La vida siguió, con sus aprendizajes y lecciones. Yo tomé algunas oportunidades lejos de ti pero, inevitablemente, un día regresé.
¿Por qué?
Porque desde aquella experiencia, y todo lo que vi suceder después, supe que había algo que te hacía muy diferente a todos los demás grupos.
Mi regreso lo hice entrando por la puerta de OXXO, y fue ahí en donde descubrí que mi misión era la de devolver lo que se me había dado. Comprendí, que nuestro reto y misión es la de desarrollar contextos para que la gente pueda hacer carrera, expresarse, desarrollarse… florecer.
Tú permites que tu gente florezca.
Después de pasar por OXXO, Coca-Cola FEMSA y ahora en FEMSA Servicios, de conocer a tantas personas, y tantas historias de compañeros, tanto de oficinas de servicios como de la operación, puedo decir convencido: “pasar por FEMSA te cambia la vida”.
Y no me refiero a lo económico; ver a gente de tiendas, de gasolineras, de centros de distribución, de plantas y de todos tus rincones, dando lo mejor de sí, enfocados en salir adelante, demostrando que son personas responsables que lo único que necesitaban era una oportunidad, y tú se las diste, es algo digno de sentirnos plenos y orgullosos.
Y hablo en plural porque FEMSA es un nombre, y lo que hace que existas es ese colectivo de seres humanos comprometidos, que te defienden a capa y espada cuando intentan desprestigiarte, porque sabemos lo que eres, y porque al hablar de FEMSA están hablando de cada uno de nosotros.
Hoy, te felicito por ese efecto boomerang que generas en la sociedad, por enseñarnos que hacer el bien se multiplica. Felicidades por tus raíces fuertes, porque no es fácil que, tras cinco generaciones de líderes, tu filosofía y legado humanista permanezcan vigentes.
Felicidades por todas las vidas que has cambiado, empezando por la mía. Yo no soy el mismo de hace 20 años, gracias a ti soy más sensible, mucho más empático y más vocal; me has enseñado a pronunciarme en mi búsqueda de siempre hacer el bien, y a que mi mano izquierda no se entere de lo que hizo la derecha. He cambiado como hermano, como hijo, como amigo… por que trabajar en FEMSA te compromete, te da perspectiva y te motiva a ser cada vez mejor.
Celebro que me des la oportunidad de, a través de mi rol, ayudar a que otros se desarrollen y a que, al igual que yo, puedan ir a mucho más allá de lo que se hubieran imaginado.
En el 2019 cerré un ciclo de agradecimiento, cuando en un evento me encontré frente a frente con Don David Garza Lagüera. Nunca había sentido la necesidad de recordarle la historia de los libros y darle las gracias, pero en esa ocasión algo me llevó a hacerlo.
“Mi papá nos enseñó a siempre ayudar, sobre todo en el tema de educación que es importantísimo, pero todo lo demás lo pusiste tú. No tienes nada que agradecer”, me contestó.
Le pedí una foto para recordar ese momento, y aunque guardo la imagen con mucho cariño, sé que de cualquier manera no lo hubiera olvidado jamás.
131 años cambiando vidas… y las que faltan.
¡Felicidades, FEMSA!