Por: María Dolores Regalado Guadiana, Seguridad Industrial y Salud Ocupacional en OXXO.
En hebreo, el nombre de “Maryam” (María) significa enviada del señor, mientras que “Giselle” se considera prenda de felicidad. Así nombramos a mi segunda hija, Maryam Giselle, una niña que llegó milagrosamente a nuestras vidas hace ya 5 años, tras enfrentar, conmigo, desde mi vientre, una de las batallas más grandes de mi vida: el cáncer de mama.
Tenía 37 años, era una mujer saludable y deportista, practicaba desde futbol y voleibol hasta boliche.
Mi vocación de servicio y pasión por los temas relacionados con la salud me llevaron a graduarme en Licenciada en Enfermería, y a los pocos meses, ingresar al área de seguridad y salud ocupacional de OXXO y otros negocios comerciales que hoy conocemos como la División Proximidad de FEMSA.
Esta oportunidad me llenaba cada vez más, porque sabía que podía trascender al promover la cultura de bienestar en nuestros centros de trabajo. Sin nuestra gente no somos más que tiendas o almacenes llenos de mercancía, y cuidar de ellos era y sigue siendo el mejor trabajo del mundo.
Estaba enfocada en seguirme preparando, por lo que, con el apoyo de la empresa, logré hacer una Maestría en seguridad, relacionada con dirección y prevención de riesgos ocupacionales.
A la par de mi trabajo que tanto me enorgullece, me dedicaba a ser la mejor esposa, hija, amiga y hermana, así como la mamá que necesitaba mi primer pequeño, Erik Jared.
En ese contexto, a principios del 2017 recibimos una hermosa noticia: nuestros planes de hacer crecer la familia estaban por hacerse realidad al confirmarme que estaba embarazada.
Nada me hubiera preparado para otra noticia que llegaría meses después, cuando comienzo a notar una lesión en mi pezón derecho; era una especie de raspón que no cicatrizaba con cremas ni curaciones. Preocupada, a los pocos días acudí con mi ginecólogo de la Clínica Cuauhtémoc y Famosa, quien de inmediato ordenó hacerme una biopsia.
Trece de marzo del 2017. De esas fechas que no se olvidan. Era miércoles de ceniza y como todos los días me presenté a trabajar y a atender varios pendientes, entre ellos, recoger los resultados de mi biopsia.
“Positivo a cáncer”, me confirman. El mundo se me vino encima. De la incredulidad pasé al shock, pero no podía permitir que el miedo me paralizara.
Me presenté con mi oncólogo para conocer los siguientes pasos. Lo primero que había que hacer, era comenzar de inmediato con quimioterapias para atacar la enfermedad, y con base a lo que resultara de ello, determinaríamos si seguía una cirugía, mastectomía, radiaciones, etc. Sin embargo, había algo que no podíamos ignorar: mi embarazo.
La indicación médica ante un cáncer con embarazo de por medio, es que el producto se tiene que ir. Sin embargo, esta decisión solamente puede tomarse antes del primer trimestre y yo ya tenía cuatro meses. El doctor fue muy claro: “mi prioridad es salvar tu vida”. Me dejó también ver que había una alta probabilidad que la quimioterapia interrumpiera el embarazo, o afectara de alguna manera al bebé, aún si este llegara a nacer.
Con el dolor de mi corazón, comenzó una batalla que me traería muchos otros dolores. Inicié un tratamiento de 16 ciclos de quimioterapias, que sucederían cada tres semanas. Los efectos secundarios son mucho más que perder cabello, como mucha gente piensa: son náuseas, vómitos, llagas en la boca que te impiden probar alimento, te cambia el color de la piel y sus características, y encima de ello, puedes desarrollar anemia y otros padecimientos.
Mi hija luchó como una guerrera y llegó a este mundo en la semana treinta y cinco de gestación, pesando 2.650 kg, pero sanita y completita.
Mi tratamiento continúa, y a los pocos meses me someto a una mastectomía radical derecha, es decir un procedimiento para retirar toda la mama afectada.
Estando en recuperación y con mi bebé aún muy pequeña, comencé con fuertes dolores y dificultad para dormir y respirar. Tras unos estudios se concluyó que la quimioterapia había afectado mi corazón y requería tratamiento, con el cual continúo hasta la fecha.
Tras un par de años controlando este padecimiento y libre de cáncer, decidí someterme a una reconstrucción de mama. Cuál sería mi sorpresa que al iniciar con este proceso me detectan de nuevo cáncer, pero ahora en la mama izquierda y fue reiniciar todo el proceso hasta lograr librarme de él por segunda vez.
Hoy en día, en el que afortunadamente mi último escáner no muestra ninguna célula cancerígena, me siento afortunada, continúo con tratamientos de soporte pero sigo viva… y me siento viva.
Ha sido cansado, incomprensible, devastador, pero gracias a mi red de apoyo, mi psicóloga, mi familia, mis hijos, mi madre, amigos y compañeros, pero sobre todo a Dios, hoy valoro cada día y cada instante como nunca antes.
Hoy sé que tengo todo lo que necesito y más. Tengo a mis seres queridos, un trabajo estable en el que estoy por cumplir 17 años, en una empresa que me permite trascender y atenderme, pero, sobre todo lo que pueda llegar a tener, tengo la oportunidad de continuar mi camino en este mundo.
Quizá mi corazón se lastimó protegiendo al de mi niña de las quimioterapias… y espero que así haya sido, porque gracias a eso tengo a mi niña milagro, como le llamo.
Hoy, mi corazón late con más fuerza que nunca. Late de ganas de vivir, de amor por mi familia, por mis hijos y por la vida misma.
Y hoy sé, que mientras siga latiendo, nada más importa.